Perdón, perdón ante todo por las palabras que puedan salir de mis manos, pues no quiero que ninguna sean dardos envenados dirigidos directamente al corazón. Mis palabras solo quieren escapar de mi boca para que tú me comprendas...



jueves, 20 de enero de 2011

Deseos Odiosos

Arrastró el butacón por el suelo hasta llevarlo al balcón y se sentó a mirar su último amanecer en aquellas tierras.
El alba la sorprendió con ríos negros grabados en sus mejillas y el tembleque de un corazón que latía ya por su inercia.
Su deseo se había cumplido y se odiaba por ello.
fg

lunes, 10 de enero de 2011

¿Agua Helada?

El sonido de mi voz solo era el reflejo de mi rostro estupefacto. Había sido una sensación extraña, mezcla del asombro y la incredulidad, la que recorrió mi cuerpo en solo un par de segundos.
Lo que más me preocupó es que Él se hubiese percatado de mi tono errático; pues, a través, de la puerta cerrada, era mis palabras las únicas que podían delatarme.
¿Olvido? ¿Cómo podía haberse olvidado de nuestra cita?
- Sandra... ¿Sandra?
Silencio.
- Sandra, abre la puerta por favor. - suplicó mi prometido.
- Estoy desnuda. - hice una pasua para tomar aire y buscar una excusa absurda. - En la ducha... ¡Me estoy duchando!

Tropecé contra el armario de las medicinas, pero me tragué el aullido de dolor pues no quería levantar sospechas, y me lancé contra el grifo, abrí la llave e, instintivamente, me metí, con ropa incluída, bajo un chorro de agua helada.
- ¿Seguro que estás bien? - me gritó.
- ¡¡No te escucho!! - le respondí haciéndome la sorda. - ¿Qué dices?
- Nada. - contestó. - Estoy cansado, me marcho a mi casa.
- Vale... - susurré entre gotitas saladas.
- ¿Me has oído?
- Sí. - zanjé rotundamente. - Mañana hablamos.

Y allí me quedé: Sola, empapada y vestida con mi último conjunto de lencería picantona.
Eso sí, la venganza sería cruel. Lenta, excitante y morbosamente cruel.

viernes, 7 de enero de 2011

El Hombre Dragón

El Hombre Dragón ya no recuerda que pertenece a una estirpe legendaria de seres mitológicos, extinguida por culpa de la incredulidad de los seres humanos.
Hace poco lo volví a ver y el pequeño bulto que adornaba su sien derecha ha desaparecido.
Su "cuernecito" era el único signo que delataba su verdadera condición de dragón.
Debe haber olvidado quién era, qué era... Era el último.
Su memoria se ha diluido entre la multitud de mentes pensantes y científicas, que han dejado atrás su visión infantil, mágica y fantástica.
Con el olvido llega la extición. Y, trágicamente, con la extinción se forjan las leyendas.


NOTA
Dedicada a ese anciano cacereño, del que no sé el nombre, al que veo caminar y caminar entre personas de este tiempo, mientras que él parece deambular entre las calles de sus recuerdos. Porque en él, cada vez que lo veo, veo al Hombre Dragón.
Con todo mi cariño.